viernes, agosto 13, 2010

[Último suspiro]

La vida es un monolito. No tengo idea de lo fantástico que puede parecerme la realidad de un mundo que antes se me mostraba incubierto, no tengo idea de las sonrisas de las personas que antes no comprendía, no tengo idea de nada y creo a veces que lo más entretenido de no entender esas cosas es que puedes seguir caminando con un pie: a veces cojear por la vida no nos sirve de nada.

La mayor parte de mis recuerdos siguen transcurriendo entre las palmas de unas nuevas manos cálidas, antes tenía miedo, antes tenía frío. Ahora no comprendo si algo ha cambiado, sigo pensando en las mismas personas, como antes, sigo pensando en las mismas situaciones dignas de ser transcritas a un papel condenado a la hoguera, sigo pensando en él, como hace 3 años cuando hago algo mi mente sigue fija en su recuerdo: la gente como yo que ha pertenecido en alma, completamente, no encuentra otro sentimiento menos efímero que el amor de otras personas. La vida, sin más, seguirá siendo una odisea, un cuento de hadas.

Cuando veo la realidad las cosas me dan miedo, me da miedo lo que mi cuerpo sin dueña hace, los movimientos de mi piel, la inquisidora realidad de mi alma falaz, me da miedo sonreír porque a veces en realidad no es debido. Seguiré, acaso, formando parte de ese séquito de estupefacientes que se sienta en la plaza, o bajo un árbol a besarse a escondidas y después reincidir en un pecado aromático, formaré parte, una y otra vez, de una realidad de tocarse, de una realidad de amamantar a la bestia, de besar sin pensar antes, de besar con los ojos abiertos por el miedo, de besar con las manos apretadas contra el cuello, de aparentemente mirar a la acera en busca de tu memoria, de las pocas palabras que nunca te respondí por miedo a que te quedaras a mi lado. Sigo, como hace 3 años, escribiéndote, y al final, no importa mucho nada.

Al final las cosas seguirán igual.

Igual con las mismas palabras: I G U A L.

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