viernes, enero 15, 2010

Supresores temporales N° 1 (Eloísa)



Era una moto grande dijo mi mamá (no tengo ganas de contarte, ¿me prometes que no te enojas? Es que es una historia muy triste), yo pensaba que ella la había matado de un golpe en la cabeza en un momento de rabia y le había dejado moribunda, que sin saber bien que ocurriría le había arrojado agua caliente como hacen tan comunmente algunas personas, o simplemente, había muerto transgrediendo la realidad. (Mejor sientate, yo te voy a contar) Los misioneros la encontraron en la calle, con una herida en la cabeza, le había volado el ojo, y tenía sangre en la nariz, había muerto instantaneamente, y lo agradezco a pedazos, así es que ellos la dejaron en frente del portón de la casa de mi tío, ya había muerto. Solo había pasado la moto grande aquella tarde, ella no vio ningún vehículo más luego de eso. (Yo estaba haciendo pan así es que le dije a la tía Hilda que iba a ver cuando terminase de cocerlo, ahí la habían dejado. Me dijo que no te contase nada porque te pondrías triste. Era una moto negra grande) Bajé la cabeza, con la mirada perdida en el parnaso de las tertulias a las que nunca asistí, alguna vez me dijeron que el mundo era poesía. La mierda de perro que pisas en la calle es poesía. La vida. La muerte. El atropello de la Eloísa fue poesía para mis entrañas que sienten sed de sangrienta poesía. (La enterré allá atrás, ahí, bajo las tablas para que nadie la sacara. No estés triste. Cuando la vi, antes de que llegases, la tomé en brazos y la enterré. La metí dentro de una bolsa, y la enterré) Quiero llorar, pero no gano nada, y las razones que acaecen a mi conciencia sórdida son escuálidas y me perturban de a poco. Siempre la veía sentada en la escalera, arriba, en una esquinita para que nadie la notase. A veces dormía en mi cama, y yo me hechaba con ella. A veces simplemente me miraba desde su pequeñez. Era tan fuerte y ágil, y a la vez tan débil como yo que soy de papel. Quiero saber a donde se van los seres cuando desaparecen de nuestro espectro visual y se convierten en fantasmas de tela imaginaria. (Los misioneros la encontraron, el mismo día que te diste cuenta que no estaba. Yo no te quería decir. Te iba a dar pena)

Había una moto en el portón de en frente de mi casa. Mi mamá se quedó mirandola un rato y me preguntó: ¿te sentirías más grande si estuvieses en esa?

(Te va a dar pena, pero te diré la verdad... Para que no la busques más)

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